viernes, 23 de noviembre de 2007

Fin de semana

Hacía tiempo que no deseaba un fin de semana tanto. Este año el trabajo se me revela agotador, cansino, como hacía tiempo que no lo notaba.
Más que nada porque no veo resultados, evidencias, de que lo que hago tenga un fruto. Cómo puede enseñar una profesora en un centro de enseñanza secundaria en ésta época.
Me están empezando a aterrar los adolescentes, y, aunque intento eliminar ciertas ideas de mi cabeza, no puedo evitar concederles un tiempo cuando se asientan en mi pensamiento. Todos los años se repiten ciertos tipos en el aula: el pelotas, el payaso, el empollón, la ligona, el tímido... en fin, los mismos de siempre, pero con caras distintas. Sin embargo, el pinchaclases, ese alumno experto en ir boicoteando la labor diaria, (esa labor a la que le dedico tiempo aún fuera de mi lugar de trabajo, tiempo que le resto al tiempo de estar contigo), prolifera cada día más, con más mala idea si cabe según va pasando el tiempo.
No entienden que daría lo que fuera por llevarles a ese terreno dónde uno "ve" el mundo con otros ojos, con otra mirada. No saben lo que yo daría por dejarles en la puerta de ese mundo donde el conocimiento es un instrumento para el conocimiento propio.
Pero este curso, aún no he encontrado ninguno que se preste a ese recorrido. Su mirada no va más allá de sus narices, por decirlo de algún modo. Y tengo perfectos pinchaclases a razón de cinco por clase. Qué se le va a hacer. Y tú también, Leonor, llegarás a esa edad adolescente. Espero estar ahí para ti de la manera más conveniente, más útil.
La mayor parte de los problemas con esos adolescentes terribles se generan en casa, con unos padres terribles.
En fin, 48 horas para tranquilizarme, antes de verles de nuevo las caras.

1 comentario:

  1. todos resultamos horribles a los que son diferentes, piensa en la mano de obra barata, nuevas identidades que ahogan a los que quizás quieran buscar una segunda oportunidad. Delincuentes derrotados por intentos valdíos de conocer la honradez; con tus palabras, tener conocimiento; y yo diría: no es saber más sino menos lo que nos libera del miedo. No querrán conocer el monstruo que llevamos dentro. Cuando lo conoces lo combates. Es la lucha siempre valdía de la vida.

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