martes, 11 de diciembre de 2007

Cosas que te gustan

Hace tiempo que quiero escribir aquellas cosas que te llaman la atención, y que observo que les dedicas un tiempo especial.
Por ejemplo, te gusta últimamente coger tornillos y destornilladores, martillos y demás, y ponerte muy en tu papel, intentando arreglar cualquier desaguisado.
Te gusta fijarte en las flores, en las más pequeñas especialmente, para luego acabar comiéndotelas. Te he visto así en el patio del colegio más de una vez, frente a una mata de pensamientos, mirando muy ensimismada los colores.
Te gusta coger las hojas de los árboles, esas hojas que han caído en este tardío otoño, y echarlas hacia arriba, y sentir cómo caen sobre ti.
Te gusta mirar atentamente el mapa enorme del colegio, ese que hay en el patio, hecho en el suelo, y que tiene las regiones, las montañas más importantes. Siempre que pasamos a su lado, te detienes y me preguntas que dónde estamos nosotros, en qué sitio vivimos.
Te gusta meterte cosas en el bolsillo del babi: hojas, papeles, algún muñeco pequeño,tus "tesoros", algunos de los cuales me encuentro cuando voy a lavarlo.
Te encanta meterte debajo de las sábanas, y taparte para que yo no te vea,y te busque, llamándote: Leonor, mi niña, se ha ido?? En ese momento tu carilla asoma, sonriendo: No!! Estoy aquí!!!
Te gusta abrazarme alguna que otra vez, y decirme:Mami, te quiero!!
Te gusta disfrazarte, y ponerte los disfraces y el traje de gitana, y los zapatos del baile.
Te gustan mis pinturas, mi maquillaje, mi lápiz de labios...y también me los destrozas con frecuencia, qué se le va a hacer....
Y a mí, me gusta que te gusten estas cosas.

viernes, 23 de noviembre de 2007

Fin de semana

Hacía tiempo que no deseaba un fin de semana tanto. Este año el trabajo se me revela agotador, cansino, como hacía tiempo que no lo notaba.
Más que nada porque no veo resultados, evidencias, de que lo que hago tenga un fruto. Cómo puede enseñar una profesora en un centro de enseñanza secundaria en ésta época.
Me están empezando a aterrar los adolescentes, y, aunque intento eliminar ciertas ideas de mi cabeza, no puedo evitar concederles un tiempo cuando se asientan en mi pensamiento. Todos los años se repiten ciertos tipos en el aula: el pelotas, el payaso, el empollón, la ligona, el tímido... en fin, los mismos de siempre, pero con caras distintas. Sin embargo, el pinchaclases, ese alumno experto en ir boicoteando la labor diaria, (esa labor a la que le dedico tiempo aún fuera de mi lugar de trabajo, tiempo que le resto al tiempo de estar contigo), prolifera cada día más, con más mala idea si cabe según va pasando el tiempo.
No entienden que daría lo que fuera por llevarles a ese terreno dónde uno "ve" el mundo con otros ojos, con otra mirada. No saben lo que yo daría por dejarles en la puerta de ese mundo donde el conocimiento es un instrumento para el conocimiento propio.
Pero este curso, aún no he encontrado ninguno que se preste a ese recorrido. Su mirada no va más allá de sus narices, por decirlo de algún modo. Y tengo perfectos pinchaclases a razón de cinco por clase. Qué se le va a hacer. Y tú también, Leonor, llegarás a esa edad adolescente. Espero estar ahí para ti de la manera más conveniente, más útil.
La mayor parte de los problemas con esos adolescentes terribles se generan en casa, con unos padres terribles.
En fin, 48 horas para tranquilizarme, antes de verles de nuevo las caras.

domingo, 23 de septiembre de 2007

Un post rapido

Hace pocos días que ha empezado el cole.
No has sentido la tristeza y la pena que sentiste el año pasado por estas fechas, cuando llorabas desconsolada tras los cristales de esa ventana que Quique, tu profe, llamaba la "ventana del adiós".
Recuerdo que el curso anterior, os apelotonábais todos en la ventana, llorando al despedir tras ella a las mamás. A veces, se atistaba un empujón, que alguno daba al de al lado para coger sitio y así poder contemplar mejor a su mamá, que desde el patio, saludaba a la personita que se asomaba a la ventana.
Así te vi yo muchos días, hace ahora un año.
Has crecido. Estás más independiente. Te despides sonriendo, y sólo te asomas a los cristales si te lo pido, y te digo:"Leonor, asómate por la ventana y me dices adiós".
Porque ahora -lo que son las cosas- soy yo la que te pido que me despidas, y me mandes un beso. La que se va con el corazón en un puño, pensando en ti toda la mañana, hasta que vuelvo a verte.
Buenas noches, mi amor.

martes, 1 de mayo de 2007

Paisajes



Hoy he tropezado con esta imágenes que he encontrado en la red: los Andes y el cono sur de América y la plateada Antártida. Me sorprende lo hermosa que es la Tierra así, de lejos; me sorprende también que para que nos impacte nuestro planeta, y tengamos conciencia de su belleza, tengamos que alejarnos de él al menos unos cientos o miles de kilómetros.
Parece que es entonces, cuando una fotografía nos muestra tan distanciados de la Tierra, cuando nos damos cuenta lo hermosa y lo maravillosa que es.
Eso me lleva a otra cuestión: Cuando nos alejamos de algo, o sentimos que lo perdemos, es cuando empezamos a preocuparnos, y a valorarlo.
En los últimos días he estado escuchando un montón de noticias sobre el cambio climático, la irreversibilidad del mismo y otras cuestiones parecidas. No hacemos nada, no se hace nada.
Ví el otro día en el periódico, una noticia sobre un pajarillo, semejante a una codorniz, que vivía en Andalucía occidental, y que no se la ve desde hace más de diez años. La última fue cazada. Creo que el pájaro recibía el nombre de Torillo andaluz. La van a dar por extinguida.

El Torillo Andaluz
Es dolorosísimo que una noticia así, no impacte más a la gente, no inunde las primeras páginas de los periódicos. Solo una fotografía testimonial de esa pequeña ave, en el suplemento dominical, en el ángulo superior izquierda de una página central. Y, mientras tanto, lo absurdo cobra tintes épicos adquiere una importancia desmesurada: el mismo día, un par de páginas para hablar de los 999 goles de Romario, que está bien, pero que desde luego no hay comparación.
A principios de abril, se conocía la noticia de la extinción del Delfín de aleta blanca, un delfín que surcaba las aguas del Yang-Tsé. Se le conocía por baijí, y según cuenta la leyenda, era la reencarnación de una princesa arrojada por su familia al río por no casarse con un hombre al que no amaba. Era símbolo de paz y prosperidad.
Me desesperan oír estas noticias, me desgarran por dentro. Quizá porque presiento que todo va acelerándose, caminando hacia un final terrible e ineludible.
Estas cosas me parecen auténticos crímenes, de nuestra especie hacia otras especies.

sábado, 17 de marzo de 2007

Heildelberg, 1981

Hace tiempo que la música de Cohen no inunda mi casa.Quizá es de los pocos cantantes que me han acompañado, de una forma más o menos regular, desde mi adolescencia.
Hace algo así como casi 30 años que los escucho. Quizá tenía 15 ó 16 años cuando por vez primera llegó a mis oídos alguno de sus temas, gracias a Carmen, que en algún momento me pasó un disco y luego un libro de poemas y a Rosa, cuyo hermano pudo traer de la tienda de discos en la que trabajaba una cinta de Cohen que Rosa y yo escuchábamos una y otra vez embobadas.
Al poco tiempo compré el disco de los Grandes Éxitos, con temas como "Suzanne", "So Long, Marianne", "The Partisan"...
Con el paso de los años, llegaron otros discos, otros temas.
Cohen ha estado vinculado a mí en tantas ocasiones..En los momentos de tristeza, en los momentos de amor, en los de espera y en los de desesperanza. Durante casi 30 años, ha sido un compañero inseparable, y, aunque ausente durante largos períodos, en los momentos difíciles, su música asomaba, tímidamente: era como encontrar a alguien conocido en el que recostarme, al que abandonarme.
Aún así, hay un lugar y un instante del que jamás pordré desligarlo: el viaje de estudios al final del instituto, con Inma Palma de compañera de viaje: una mañana temprano, con bruma, en un café junto al río Neckar, y con la visión del castillo de Heildelberg al frente. En aquel momento, se oyeron unos compases de Suzanne, que inundaban aquél perdido café.
Y hoy, tres décadas más tarde, escuchando esa canción mientras escribo, se me ha venido de golpe toda mi adolescencia, todo ese tiempo que yo creé y que ya se ha ido, y me ha llegado, envuelta en las viejas notas de una canción, un olor, unos colores, y una compañía casi medio olvidada, la de esa amiga a la que tanto quise durante aquellos dulces años.
Hoy no puedo decir donde está y que ha sido de ella.
Tan sólo recuerdo que teníamos 17 años, y que allí, en esa ciudad pequeña de Alemania, de Europa, mientras saboreábamos un café, hablamos de filosofía y de arte, hablamos de historia y de amor.

domingo, 18 de febrero de 2007

La Madre Salud

Mamá en el Colegio. En 1º de Párvulos, con tres años.

Mi querida Leonor, ha pasado algún tiempo desde la última vez. El año escolar sigue su curso, y tú estás más crecida, más "hecha", como dice tu abuela. Estás abandonando los último rasgos de bebé, para ir accediendo, poco a poco y de forma imperceptible, al estatus de "niña pequeña".
Vas al "cole", y adoras a tu profe Quique.Yo sé que ese primer maestro tuyo, será una figura que quedará grabada para ti. Para siempre.En alguna ocasión me has dicho que no te gusta el cole nuevo, pero que Quique si, y que lo quieres mucho.
Esas cosas que me cuentas, han hecho que vuelva hacia atrás en mi memoria -tu tienes esa virtud para conmigo, puesto que haces que recupere mi propia infancia-.
Y recuerdo a la Madre Salud, una monja que fue mi primera maestra. Recuerdo que me tomaba en brazos, me sentaba sobre sus rodillas, me hablaba y me besaba. Tenía esa certeza de ser alguien muy especial para ella. Estuve todo aquel año con ella, aunque al final de curso, creo recordar, tuvo que marcharse, puesto que la trasladaban a otro convento.
No volví a verla hasta quizá un año más tarde. Recuerdo que el día que llegó, las madres de muchas de las alumnas del colegio, fueron a saludarla, era una monja y una profesora muy querida. Yo entré allí, al salón del colegio, ese salón al que muy pocas veces nos estaba permitido entrar a las alumnas. Me vió. Estoy segura de que me vió. Pero estaba rodeada de madres que le preguntaban cosas, madres enormemente altas, había mucha gente.
¿Por qué no me rescató? ¿Por qué no vino a verme? ¿Por qué no me tomó entre sus brazos y me besó como lo hacía antes, diciéndome lo guapa qué era, llamándome su niña?
Fue la primera vez en mi vida que me sentí abandonada, terriblemente abandonada.
Salí de aquel inmenso salón llorando. No recuerdo adónde fui, ni dónde me metí. No recuerdo qué hora era. No recuerdo nada más.Fui consciente de una tristeza devastadora, inmensa. Tenía cuatro años.
Es terrible sentir esto, y más aún que un niño lo sienta. Es por eso que te abrazo de forma constante -si, ya sé que a veces te agobio, y que gruñes cuando estás harta de que lo haga-. y te digo que te quiero -tú también me lo dices, el mundo es perfecto en esos instantes-.
No quiero que tengas ese sentimiento que a mí me llegó tan tempranamente, aunque sé que ciertas cosas no podré evitarlas.
La ausencia duele menos que el abandono, éste es más terrible, más demoledor, ya que es más consciente, más voluntario. Aunque yo algún día esté ausente, no voy a abandonarte.