sábado, 3 de mayo de 2008

Biografía de un hombre con miedo

Hoy he ido en autobús. De vez en cuando, y debido a algún arrebato inspirador de alguien de la empresa de transportes, estos autobuses urbanos ofrecen una visión hermosa si dirigimos la mirada hacia el punto adecuado. En uno de los cristales, a la altura de mis ojos, había un poema, un cartel conmemorando no se qué festival poético: habían colocado un poema de alguno de los invitados. Lo leí. He buscado en internet a la autora -totalmente desconocida para mí- y el poema -aún más desconocido-.
Quizá ha venido como anillo al dedo, al recordar a gente, personas, de la "otra" generación, la de mis padres o la de mis tíos, algunos de ellos ya han empezado a dejarme, a dejarnos.
Una generación que, desde mi punto de vista, ha tenido más valía que la mía, aunque el reconocimiento llega tarde.
Leí el poema con un deje de nostalgia y de tristeza, especialmente porque ese poema, sin saberlo, lo he visto hacerse en la vida de muchos de los que me han precedido.
Cada generación deja una huella irrevocable en la historia de este mundo. Me pregunto cuál será la huella que deje la mía.

Biografía de un hombre con miedo

Mi padre tuvo pronto miedo de haber nacido.
Pero pronto también
le recordaron los deberes de un hombre
y le enseñaron
a rezar, a ahorrar, a trabajar.
Así que pronto fue mi padre un hombre bueno.
(“Un hombre de verdad”, diría mi abuelo).
No obstante,
—como el perro que gime, embozalado
y amarrado a su estaca— el miedo persistía
en el lugar más hondo de mi padre.
De mi padre,
que de niño tuvo los ojos tristes y de viejo
unas manos tan graves y tan limpias
como el silencio de las madrugadas.
Y siempre, siempre, un aire de hombre solo.
De tal modo que cuando yo nací me dio mi padre
todo lo que su corazón desorientado
sabía dar. Y entre ello se contaba
el regalo amoroso de su miedo.
Como un hombre de bien mi padre trabajó cada mañana,
sorteó cada noche y cuando pudo
se compró a cuotas la pequeña muerte
que siempre deseó.
La fue pagando rigurosamente,
sin sobresalto alguno, año tras año,
como un hombre de bien, el bueno de mi padre.

La autora es Piedad Bonnett, colombiana.

2 comentarios:

  1. Caray, qué duro se leen esas letras. No puedo imaginar el shock de realidad de aquel o aquella que vivió vajo semejante sombra de manera consciente.
    Es triste la poesía, sobre todo porque conozco gente así, que heredó el miedo de su padre/madre..

    Yo decidí no vivir jamás con miedo.

    Me da gusto leerte de nuevo...

    Alberto

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  2. Hola Alberto, me alegra saber de nuevo de ti, después de tanto tiempo.
    Siempre me gustan leer tus comentarios.
    Efectivamente, hay gente así, que vive con su miedo, bien porque fue educado o por otras circunstancias.
    Te mando besos un montón, desde España.
    Alicia.

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