EL TIEMPO DETENIDO
Qué indefinible sensación produce la contemplación de una imagen tomada hace años, muchos años.

Me pregunto por sus pensamientos, sus deseos, sus ilusiones. Han pasado más de setenta años de ese instante: el abuelo avisando de que se vistieran bien, que se peinaran; el fotógrafo colocando la manta que había que poner de telón de fondo, y las sillas, que seguro que la abuela Antonia sacó de la casa; las órdenes del fotógrafo, diciendo dónde y cómo había que colocarse; la emoción de la fotografía, rara, poco común aún para la época...
Y ese día, que imagino de mediados de primavera, quedó quieto, sosegado, para siempre. Y aquí, yo, más de medio siglo después de esto, pienso en mi madre y en sus deseos de adolescente, en mi abuelo, en mi querida abuela Antonia, en mis tíos...y pienso en qué pensaban, con esos rostros de niños, ajenos al dolor, a la enfermedad; ajenos a los extraños recovecos por donde la vida los llevaría, tan lejos de los pensamientos que tenían en ese momento.
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